domingo, 13 de junio de 2010

::: barcelona - palafolls, punto de partida (29-5-10)

Tras la fiesta y los innumerables preparativos que parecían no acabarse nunca, me encontré por fin en la víspera del gran viaje. Me pegué todo el día ultimando detallitos importantes, como seleccionar la música que me acompañaría o fotocopiar todo tipo de documentos. Quien nunca ha preparado un viaje de este estilo creo que no puede hacerse a la idea de la cantidad de detalles que hay que tener en cuenta. Más aun si el plan es dormir en plan acampada libre. Más adelante explicaré por qué.

Estuve todo el día más o menos tranquilo, pero por la tarde mi corazón empezó a tamborilear y mis pensamientos empezaron a ser más densos. Ya empecé a sentir que de verdad me iba. Después de tantas y tantas vueltas, aquí estaba el día, y yo estaba claramente nervioso. No sabía cómo reaccionaría ante la despedida ni los primeros días. Mi cabeza iba muy rápido y me imaginaba a mí mismo en mil situaciones.



Menudo equipazo.

El primer dia pedaleé mucho y me sentí poco a poco más seguro. Mi equipaje ya no me asustaba tanto después de reestructuralo varias veces. Al principio es muy difícil manejar una bicicleta con tanto peso. Hay que aprender de cero a apoyarla contra una pared, a cargarla sin que se te caiga, a montarte, a arrancar en cuesta... a todo! Para aparcarla, por ejemplo, hay que hacer maniobras como con un coche. No se puede coger del cuadro y recolocarla, como se haría con una bici de toda la vida. Y lo de bajar escaleras, por ejemplo, es verdaderamente una odisea. En la estación del Masnou bajé a duras penas, raspándome todo el codo para no caerme. Pero para subir desde el paso subterráneo tuve que sacar todas las bolsas y hacer dos viajes. Este proceso se hará muy común, como ya se vera.

Me paré a comer y me pegué un baño. Empecé a disfrutar enseguida. Me lavé los dientes con el agua de la ducha de la playa. Descubrí que la arena de la playa y la bicicleta toda cargada no son dos factores muy compatibles. Se suda muchísimo para poder hacer la avanzar (sin ir montado, se entiende. Montado es imposibe).

Después continué con mucha energía. No paré hasta San Pol de Mar, donde compré verdura y cerezas para la cena.

El atardecer fue muy bonito, entre rayos rojísimos y nubes casi negras. Tanto así que me distrajo y me sorprendí al darme cuenta de que la noche estaba muy cerca. Había planeado dormir en el castillo de Palafolls, pero decidí que sería mejor encontrar un lugar antes. Las rotondas no me ayudaron. Pedaleaba y pedaleaba y el sol bajaba cada vez más deprisa. Cuando empecé a sentir de verdad el cansancio llegué a Palafolls y vi el castillo en lo alto.

El ascenso fue precioso, entre árboles que formaban un manto salpicado por casitas unifamiliares, todas con perros que salían a ladrarme sin inhibiciones. Pregunté a una señora mayor que iba en una bicicleta muy vieja y me indicó el camino, asegurándome que no era muy empinado. Ha que decir también que mi bicicleta puede ir por caminos de tierra, pero si no son muy empinados o muy accidentados. En estos casos las ruedas resbalan mucho y se hace muy costoso subir.

Encontré un zorro muerto a mi paso. Era bonito, pero olía muy mal.

Llegué al castillo con la lengua fuera. Pensé que era un lugar demasiado cuidado y que los vecinos rondarían por allí por la noche, sobre todo siendo sábado. De todas formas el sol estaba ya muy bajo y yo demasiado cansado como para buscar un lugar mejor, así que para bien o para mal ése sería mi primer refugio. Como tal estaba muy bien. Buenas vistas, terreno llano, algunas paredes en ruinas que cortaban el viento... Sentí pronto el sabor de la satisfación mirando la costa en el horizonte. Escuché Nick Drake mientras organizaba las cosas y me sentí muy bien.

La cocina de gasolina funcionó a la perfección para mi sorpresa (por los ensayos un tanto fallidos que había hecho días atrás). Me hice un gran plato de pasta con salsa de tomate, pimentón picante, pasas y verdura. Buenísimo.

Cuando monté la tienda sentí que ya había hecho mis deberes por ese día, y al fin y al cabo parecía que no me había desenvuelto tan mal.

Por la noche, ya en el saco, me ocurrió algo muy curioso. Entre los ruidos que emitía el valle se apreciaba un coro de ranas, perros guardianes que se mandaban mensajes y algo de música lejana. A medida que avanzó la noche la mayoría de esos ruidos se fueron disipando. Entonces, entre el sueño y la ebriedad distinguí unos sonidos rítmicos, constantes pero desordenados, como de palmadas lejanas. Parecía hecho por una o varias personas, yq que en ciertos momentos del compás la composición cobraba más fuerza, incluso se diría que más sentimiento. Seguí el ritmo en mi cabeza unos cuantos minutos y poco a poco me fue intrigando más su procedencia. Parecía muy cercana. Abri la tienda y saqué la cabeza. El sonido se percibía entonces mucho más fuerte. Me calcé y salí al encuentro de la noche, siguiendo con pasos soñolientos el camino que me marcaban aquellas palmadas. Torcí la esquina del castillo esperando encontrar a la vuelta al causante de aquel ritmo. Pero nada. Únicamente me choqué con la visión de unas torres maltrechas y un foso en penumbra, una silueta recortada sobre un cielo con bruma. El sonido seguía sin descanso y parecía proceder de aquel mismo foso. Estuve unos minutos frente a esta imagen y me pasaron muchas ideas por la mente, no todas igual de racionales. Alcancé incluso a lanzar un "¿Hola?" al foso, y allí se hundió. Con la piel de gallinoa volví rápido y torpe a la tienda, y me enterré en el saco, me puse unos tapones de oídos y me dormí.


Castillo de Palafolls. Esas ruinas del fondo son las que me hacian palmas.


Y ahi delante plante la tienda, con buenas vistas.


Mi retrovisor roto desde el primer dia. Cuando se pierde el equilibrio de la bicicleta se cae al suelo a peso mierda, y eso es lo que paso. El caso es que a parte de rajarse por la mitad tambien se hizo una curvatura en el palitroque y ahora ofrece un angulo de vision mucho mejor. No hay mal que por bien no venga!

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