domingo, 13 de junio de 2010

::: palafolls - cala canyelles (30-5-10)

Quedé con Elena y Ana que habían decidido venir a visitarme, ahora que todavía no estaba demasiado lejos. Quedamos en una cala entre Blanes y Lloret de Mar a la que fuimos el verano pasado a bucear. Así que me desperté, plegué mis cosas, me despedí del castillo y hacia allí que me fui.

Lo más destacado de este trayecto es que me paré en una rotonda para mirar el mapa y al cerrar la alforja uno de los cierres se rompió. Me cagué en Cristo entero porque se supone que estas alforjas son las mejores, tecnología alemana y bla bla bla bla. No me jodas, macho, a los dos días el cierre más importante roto. Y juro sobre la madre del que quiera que no hice un mal uso. Así que nada, guarde el cierre y postpuse su arreglo. En esas se paró una conductora y me preguntó en francés cómo se iba a Francia (eso mismo me preguntaba yo! jaja). Le indiqué en un distinguido francés y por lo menos esto hizo que me olvidara un poco de la jodida alforja.

Llegué antes que ellas. Después guardamos mis bolsas en el coche de Ana y bajé con la bicicleta hasta la cala, una cala de rocas por las que tuve que alzar mi corcel para tenerlo bien cerquita.

Algo que escribí estando allí, con ellas: "(...) luego ellas se irán a Barcelona, a lo cotidiano, y yo tendré que buscar un rincón donde dormir con todas mis cosas. Es extraño tener que acostumbrarse a esto."


Un poco de setil pal bodi.


Pintiquis Floyd.

Cuando se fueron pedaleé con fuerza buscando una cala en la que dormir. Encontré una entre Lloret de Mar y Tossa de Mar, que se llamaba Cala Canyelles, creo. Era una playita pequeña de arena que en uno de los extremos tenía otra pequeña cala, muy recogida. Me pareció un buen sitio, pero claro, para llegar hasta allí tenía que atravesar toda la playa, y ya he contado lo que pasa con la maldita arena. Así que tramé un plan. Até la bicicleta y cogí las dos alforjas. Las llevé hasta un pequeño chiringuito-bar en medio de la playa. Le pedí a la chica que me las guardara. Entonces volví a por mi bici y me puse la mochila a la espalda. De este modo no pesa tanto y no es tan complicado transportarla por la arena. Crucé a la calita pequeña mojándome los pies y dejé allí la bici y la mochila. Después volví a por las alforjas y le di las gracias a la chica del bar. Sólo quedaba baño, montar tienda y cocinar. Así lo hice y a dormir.


Recien instalado en mi nueva casa. Parece que llegue en barquica, a que si?


Atardecer en Cala Canyelles


Idem

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