jueves, 17 de junio de 2010

::: canal du midi - peyriac minervois {11-6-10}

Me levanté con el olor de mierda de caballo en la napia y aragne una hora en aquel lugar tan apacible leyendo El Pais que me habia comprado dos dias antes.

En cuanto me puse en marcha volvi al canal y disfruté de una magnana de lo màs tranquila acercàndome cada tranquilamente hacia Carcassonne pero sin saber muy bien a cuàntos kilómetros me encontraba.

A mediodia una mujer se ofrecio muy amable a rellenarme los bidones de agua (se me olvido mencionar que dias atràs una mujer en un supermercado me regalo bananas tambien} y decidi gozar de una comida a la orilla del rio que fue celebrada con una siesta posterior en el césped. Solo me despertaba levemente el sonido del motor de algùn barquichuelo que se acercaba sin prisa alguna.

Cuando me desperecé decidi seguir ya del tiron hasta Carcassonne, asi que aceleré un poco la marcha. Es genial enfrentarse a tantos kilómetros de suelo llano y sin coches.

Por fin llegué a un pueblo un poco màs grande y me pregunté si aquello seria Carcassonne. Me desilusioné un poco ante la posibilidad de esta opcion, yo me esperaba algo màs espectacular. Me acerqué a un grupo de chicos y les pregunté en qué pueblo estàbamos. Trèbes: 5 km para Carcassonne. Y a una hora màs que decente. Me daria tiempo a una buena dosis de castillicos y murallas y estar a tiempo para cenar en casa de Christine, a la que le habia dicho que llegaria sobre las 20:00.

La entrada en Carcassonne no fue espectacular en ningùn caso ni tampoco lo fue el fin del camino del Canal du Midi. De repente estaba dentro de la ciudad y ya està. Me gusto llegar a una ciudad un poco màs grande después de tantos dias rurales. Respiré un ambiente nuevo.

Deambulé por la ciudad nueva y después pregunté por la cité, lo que todo el mundo espera cuando llega a Carcassonne, lo que inspiro el juego de mesa del mismo nombre: la ciudad amurallada. Al cruzar un puente se descubre majestuosa una fortaleza impresionante en lo alto de una colina evocando todo tipo de batallas de cuento. La ciudad antigua te mira por encima de hombro unas cuantas veces antes de poder llegar hasta sus puertas. Una vez dentro impresiona lo bien conservada que està, evocando constantemente la vida de la época, y también el negocio que tienen montado a su costa. La mayor parte de su interior està convertido en un parque temàtico para turistas disfrazados de exploradores de pacotilla con todo tipo de locales donde pueden adquirir souvenirs a cual màs ridiculo. Como pasa con este tipo de sitios (me viene a la cabeza también Praga o el propio Barrio Gotico de Barcelona} uno siente que no llega a disfrutarlos como le gustaria por causa del tufillo de consumista compulsivo que se respira.

Escuché fútbol y me meti a un bar para ver quién jugaba. El primer partido del mundial: Sudàfrica – México. Me di un homenaje y me tomé una cacho de cerveza (holandesa, creo}. Cuando termino miré mi mapa y me dolio un poco comprobar que Peyriac Minervois, donde debia verme con Christine, no estaba tan cerca de Carcassonne como habia calculado. Asi que sali cuanto antes puesto que podria volver durante la estancia en Peyriac. Fue en ese momento cuando empezo a llover todo lo que habia amenazado el cielo durante los dos ùltimos dias. Pregunté a un par de personas y nadie parecia saber muy bien como ir hasta allà. Paré en una gasolinera y les dediqué a los franchutes un pedazo de streptease para ponerme mi uniforme de lluvia. Le pregunté a un afable segnor como llegar y el se dedicaba màs a dedicarme sonrisas de segnor afable y a preguntarme por mi procedencia que a darme las indicaciones. Puso su memoria en funcionamiento y me apunto en mi libreta como ir. Le hice caso y por su culpa acabe en una carretera infernal de dos carriles en una direccion que se parecia sospechosamente a una autovia. Por supuesto la lluvia caia de forma espectacular.

Desechando los consejos del segnor busque alguna carretera secundaria por allà y llegué a Trèbes. Entré en una panaderia y la panadera me miro con ojos de darle mucha pena por mi aspecto. Ella me dijo que Peyriac Minervois estaba muy lejos, como a 30 km. "Je dois y arriver", le dije, y su hijo me indico por fin muy bien. Menos sonrisitas y mejores coordenadas, segnor afable!

Asi que por fin estaba en el camino correcto pero mientras pedaleaba duro bajo la lluvia me daba cuenta de cómo habia cambiado mi dia. Por mi mente paso el despertar pachorras que me habia regalado, el ritmo caribegno que habia lucido en el canal y la siestecita de una hora escuchando barquitos a motor. Realmente mirando el mapa no es difícil ver que estaba màs cerca de Peyriac por la magnana que ahora, desde Carcassonne. Asi que con 50 km ya recorridos y la sensación de quien piensa que ya se ha ganado el pan por hoy de pronto me veia teniendo que recorrer unos 30 màs y bajo una lluvia del demonio. Para colmo la ruta era semimontagnosa y lo peor de todo, con un viento totalmente en contra. No pude disfrutar ni de una sola cuesta abajo como habria tocado.

La cerveza holandesa la queme rapidito y comencé a sentir entonces una notable bajada de fuerzas debido a que la lluvia y las ganas por llegar habian acelerado mucho mis piernas. Asi que advertido por mi cuerpo preferi parar y comerme el plàtano que me quedaba y las galletas del principito que siempre están ahí para echarle a uno una mano. Justo en ese momento la lluvia paro y yo me relajé un poco màs. Fui testigo de un doble arcoiris definido a la perfección y de un paisaje semineblinoso y que dejaba entrever degradados de verdes muy distintos a lo lejos.



Unos kilómetros màs tarde volvi a sentirme un poco débil subiendo una cuesta que cada vez se hacia màs peleona, asi que me paré y verti unos cuantos azucarillos en uno de los bidones de agua y pegué unos buenos tragos. Mis ànimos se levantaron cuando llegué por fin a un pueblo y vi a su salida que habia una indicacion hacia mi destino.

El atardecer quedo precioso con todo el paisaje chorreando agua y el sol saliendo ocultàndose entre las montagnas muy naranja. Y al fin Peyriac Minervois. Estaba tan contento de llegar que hasta le hice una foto al letrero. Asi que ahora tocaba interpretar las creativas indicaciones que me habia dado Christine. La farmacia la vi enseguida. Como venia justo desde el lado opuesto a la ruta que me habia recomendado ella en lugar de girar a la derecha lo hice a la izquierda. Me deslicé por la cuesta y enseguida vi un puente azul rodeado por varias casas. Tocaba lo ùltimo: La casa està en frente, enmarcada por un gran muro de piedra. Hay hojas de bananero que cuelgan. Puesto que habia varias casas en frente di un par de vueltas descartando las que no tenian el muro de piedra. Lo de los bananeros no ayudaba mucho porque yo no sé muy bien como es un bananero. Les pregunté a unas mujeres por alli si conocían a Christine y en qué casa vivia. Nadie la conocia. Yo pensé que una vez llegado al pueblo todo seria coser y cantar, pero al parecer tendria que hacer algunas averiguaciones todavía. Llamé a varias puertas preguntando por Christine y nada. Incluso me meti en una casa que tenia la puerta abierta y en la que nadie contesto a mis "Bonjour?". Al final volvi de nuevo al puente y lo crucé. En frente habia un caminito que pasaba por delante de un murito que rodeaba un jardin. La gran puerta estaba abierta y entre las ramas de un olivo atisbé una mujer de pelo corto y rojo leyendo sentada en el porche. "Bonjour?" pregunté. Ella se quedo callada un par de segundos y respondio "Miguel?". Al fin.

Enseguida se levanto y vino a recibirme con una gran sonrisa y yo me senti al fin en casa, totalmente empapado. Aparqué la bicicleta en el garaje mientras escudrignaba a mi alrededor con los ojos bien abiertos. Una casa realmente preciosa, rodeada por un inmenso jardin con todo tipo de plantas y àrboles. Me recibieron también dos gatos y uno de ellos no tardo en enroscarse entre mis tobillos. Me dejé llevar por la hospitalidad de Christine que me ofrecio un plan perfecto para terminar el dia: ducha de agua caliente {calentisima}, una cena de categoria {una quische de queso, una ensalada con un monton de colores y sabores gigante, cerezas cogidas de su jardin y una tarta de limon casera} y dormir en una cama. Lo de la cama me puso casi nervioso de pensarlo.


Cuando sali de la ducha me dio a elegir entre whiskey o vino de la region. Estaba clarisimo: vino. Asi que mano a mano la botella fue cayendo mientras cenàbamos en el porche en una noche que se quedo casi totalmente despejada. Después de mis 73 km y la tardecita que habia pasado bajo la lluvia estaba completamente extasiado por semejante abundancia de todo tipo de placeres. También por la compagnia, que resulto ser extraordinaria. Estuvimos charlando largo rato por la noche sobre muchas cosas, sobre todo de mi viaje y de los suyos. Christine es la primera persona con la que he tenido la ocasión de hablar largo y tendido sobre mis experiencias en el camino hasta ahora, asi que me explayé a fondo. Creo que los dos nos calamos ràpidamente y nos caimos muy bien.

Terminamos la botella y la cena termino con nosotros. Yo estaba rendido y me moria por catar la cama, después de dos semanas durmiendo en todo tipo de suelos. Antes de despedirnos me recordo que podia quedarme en su casa tanto tiempo como quisiera.

2 comentarios:

  1. que encanto parece Christine...
    recupera fuerzas!

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  2. Esta parte ha sido muy novelesca. Christine parece uno de esos personajes completísimos de un libro, uno de esos que aparecen, les coges cariño y luego desaparecen, pero dejando un muy buen sabor de boca. Bravo por Christine, que se ha ganado su propio estatus en tu historia.

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