domingo, 15 de agosto de 2010

::: un bistec inesperado

Después de una semana en La Bourange la idea era atravesar Puy de Dôme, el departamento de los volcanes, y trazar de una vez por todas una linea recta hasta Paris. Justo antes de entrar en Puy de Dôme me enconré en un pueblo con un grupo de muchachicos que parecian muy interesados por mi viaje. Lo que me dio un poco de miedo es que parecian tener un pequegno problema de adiccion hacia diversas bebidas energéticas de diversos colores y marcas, todas de nombres supersonicos. Me trataron de convencer sobre sus virtudes y al final uno de ellos decidio regalarme una lata, pese a que insisti en que no me gustaba. Asi que me vi obligado a llevarme la lata calentorra que màs tarde insertaria en una papelera. « Asi te acordaras de nosotros cuando te la bebas », me dijo uno. Bueno, me he acordado de vosotros igualmente, chavales.

Bosques con fresas salvajes, montagnas peliagudas y jaurias de mosquitos infernales me aguardaban a las puertas del nuevo territorio a atravesar. Precisamente fue un mosquito el que hizo de una de mis noches un verdadero infierno. Se colo en mi tienda y el maldito aguardaba en su refugio, donde fuera que estuviera, para salir unicamente cuando apagaba la luz o cansado de buscarlo para darle muerte o cuando estaba a puntito de quedarme frito. Asi que a la magnana siguiente mi cara era un cuadro entre las ojeras y los picotazos.


Me levanté tarde y cuando llegué a St Guilhem l’Herm ya estaba casi todo cerrado, asi que me las vi negras para encontrar mis articulos favos. Cuando pasaron tres jovenes les pregunté donde podia encontrar una fuente de agua potable y con la excusa intercambiamos algunas palabras sobre mi viaje. Quedaron muy impresionados y se ofrecieron a coger mis botellas y llenarlas en su casa mientras yo esperaba alli. Cuando volvieron me trajeron, ademas del agua, una sorpresita : la invitacion de una de sus madres para comer en su casa. Desde luego un plan sin igual. No seria dificil encontrar en aquella casa un plato mas suculento que mi bocata de cada dia.

Cuando llegué alli me encontré una casa inmensa. En realidad en tiempos habia sido una escuela religiosa de tres plantas, por lo que la casa actual estaba reconvertida pero conservando algunos rastros bien particulares de su pasado. Por ejemplo conservaban la inmensa cocina que debio dar un dia alojamiento a gran numero de muchachicos, las mesas de estudio o lo màs impresionante : la antigua capilla. Actualmente la habian equipado con un par de grandes altavoces y la utilizaban para hacer diferentes celebraciones. Resulto ser una casa bien curiosa y bien interesante.


Su madre me acogio con la misma amabilidad que los tres chicos y se mostraron muy interesados por mi viaje. Me hicieron mil preguntas. La sorpresa se presento ante mis morros cuando me plantaron un gran bistec delante, eso si, con su mostaza, sus patatas, su ensalada y su tabla de quesos. Mi vegetarianismo se derrumbo y opuse poca resistencia ante la posibilidad de marcarme una comida de campeonato y por supuesto también debido a la hospitalidad de aquella familia. Asi que no dije nada y pensé que desde luego mi cuerpo no se quejaria después de aquel plataco. Pues si, me trapigné el bistec después de agnos de ayuno carnivoro.


Después de un buen rato de agradable conversacion me prepararon una bolsa llena de quesos de la region, algo inaudito. Tuve suerte de que el trayecto prosiguiera cuesta abajo tras semejante comilona.

1 comentario:

  1. me gusta un montón el bosque donde está la tienda y la foto de la gente hospitalaria, a que fue idea de la señora de la izquierda?
    ¿cuánto tiempo tardaste en ajustar los comandos para echar la foto?

    ResponderEliminar